Muchas veces retener a un cliente es una cuestión que depende de la persona que lleva su cuenta, de un empleado. En el ámbito comercial es muy común que cuando un cliente abandona una compañía para irse a otra acabe por arrastrar a todos los clientes que pueda con él a la nueva empresa.
Se entiende muy bien viendo la escena de la película Jerry Maguire, donde el empleado despedido compite con su jefe por llevarse al mayor número de clientes posibles.
Lo cierto es que es algo que siempre está en conflicto, si los clientes son de la empresa o de la persona que lleva sus cuentas, por mucho que se insista o que quede claro por contrato, al final se confía en una persona, más que en la propia empresa.
Se puede conseguir que no se toquen los clientes con una entrevista de desvinculación, donde queden claras las bases del despido y de las consecuencias que puede tener "tocar" a un cliente de nuestra empresa. Es algo que pocas empresas hacen, pero lo cierto es que resulta bastante eficaz.
La mayoría de ellas sólo nos indican que recojamos las cosas y procuran abreviar el trámite lo máximo posible. No se cierran bien los temas, y al final se acaba por lamentar. Es parte de la política de recursos humanos lamentable que tienen muchas empresas, donde los empleados parece que no forman parte de los activos de la empresa.
En este caso más que nunca el empleado es un activo, ya que detrás de él hay una serie de clientes que le seguirían porque confían en su gestión, en qué les ofrece lo mejor para ellos, no lo mejor para la empresa en función de sus intereses comerciales del momento.
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