En el universo laboral hay jefes y hay líderes (que pese a los que creen algunos no son términos sinónimos). Dirigir a un grupo de personas no significa necesariamente ser un líder. Y lo cierto es que el liderazgo ineficaz espanta como moscas a los trabajadores (en particular a los mejores).
De hecho, la razón número uno por la que la gente deja su trabajo es un mal jefe totalmente huérfano de dotes de liderazgo. Entre los jefes (malos) y los líderes (buenos) existen las 7 diferencias que disecciona a continuación esta infografía de Wrike:
1. Un mal jefe intimida, un buen líder inspira
Los jefes malos se esfuerzan en alardear de su autoridad frente a sus subordinados (en vez de ganarse la autoridad). Los líderes inspiran a su equipo a la hora de crecer y también de aprender. Y se toman la molestia de reconocer las fortalezas de sus empleados y de ayudarles a minimizar sus puntos débiles.
Los jefes malos se esfuerzan en alardear de su autoridad frente a sus subordinados (en vez de ganarse la autoridad). Los líderes inspiran a su equipo a la hora de crecer y también de aprender. Y se toman la molestia de reconocer las fortalezas de sus empleados y de ayudarles a minimizar sus puntos débiles.
2. Un mal jefe mira, un buen líder enseña
A un mal jefe no se le escapa nada, analiza todos y cada uno de los movimientos de sus trabajadores en busca de fallos (para criticarlos). Un buen líder busca maneras de mejorar el rendimiento de su equipo.
A un mal jefe no se le escapa nada, analiza todos y cada uno de los movimientos de sus trabajadores en busca de fallos (para criticarlos). Un buen líder busca maneras de mejorar el rendimiento de su equipo.
3. Un mal jefe oye, un buen líder escucha
Los jefes malos oyen lo que sus empleados tienen que decir, pero no actúan en consecuencia con lo que llega a sus oídos. Por el contrario, los líderes buscan activamente el “feedback” de las personas a su cargo y ponen en práctica las ideas que les han propuesto sus empleados.
Los jefes malos oyen lo que sus empleados tienen que decir, pero no actúan en consecuencia con lo que llega a sus oídos. Por el contrario, los líderes buscan activamente el “feedback” de las personas a su cargo y ponen en práctica las ideas que les han propuesto sus empleados.
4. Un mal jefe exige, un buen líder pregunta
Los jefes a secas se limitan a dar órdenes que no admiten réplica en ningún caso. Los jefes sondean primero a sus empleados, les preguntan y en base a sus respuestas toman decisiones. Un buen líder se asegura siempre de que su equipo tiene el tiempo y los recursos necesarios para acometer un proyecto. Y si no hay ni tiempo ni recursos, busca alternativas.
Los jefes a secas se limitan a dar órdenes que no admiten réplica en ningún caso. Los jefes sondean primero a sus empleados, les preguntan y en base a sus respuestas toman decisiones. Un buen líder se asegura siempre de que su equipo tiene el tiempo y los recursos necesarios para acometer un proyecto. Y si no hay ni tiempo ni recursos, busca alternativas.
5. Un mal jefe no se pone manos a la obra, un buen líder sí lo hace
Los jefes toman decisiones, dejan el trabajo en manos de su equipo y se lavan completamente las manos. Los líderes permiten total autonomía a sus empleados a la hora de hincar el diente a sus proyectos, pero se involucran personalmente sí creen que su equipo precisa ayuda.
Los jefes toman decisiones, dejan el trabajo en manos de su equipo y se lavan completamente las manos. Los líderes permiten total autonomía a sus empleados a la hora de hincar el diente a sus proyectos, pero se involucran personalmente sí creen que su equipo precisa ayuda.
6. Un mal jefe da la lata (permanentemente), un buen líder apoya
Los malos jefes están convencidos que el trabajo lo es todo en la vida y por eso no dudan en molestar a su empleados a todas las horas (intempestivas) del día. Los líderes comprenden que sus trabajadores necesitan cierto equilibrio entre su vida personal y profesional para prosperar y rendir adecuadamente en el trabajo.
Los malos jefes están convencidos que el trabajo lo es todo en la vida y por eso no dudan en molestar a su empleados a todas las horas (intempestivas) del día. Los líderes comprenden que sus trabajadores necesitan cierto equilibrio entre su vida personal y profesional para prosperar y rendir adecuadamente en el trabajo.
7. Un mal jefe fija objetivos imposibles y poco claros, un buen líder fija objetivos claros y realistas
Los objetivos (generalmente imposibles) de los malos jefes están sometidos al vaivén de sus eternos cambios de humor. Los objetivos de los buenos líderes son compartidos por todos los empleados a su cargo.
Los objetivos (generalmente imposibles) de los malos jefes están sometidos al vaivén de sus eternos cambios de humor. Los objetivos de los buenos líderes son compartidos por todos los empleados a su cargo.
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