No es lo mismo rellenar una tabla de Excel que idear una propuesta creativa. Por eso, os damos unas pautas para lograr una motivación extra en los trabajos que requieren de más inspiración. Encontrar la motivación para emprender un proyecto de base creativa no siempre es sencillo. Tenemos momentos de extraordinaria iluminación, pero también otros donde el pesar del día a día o las presiones sociales nos hacen mantener un perfil mucho menos original. Por no hablar de las distracciones que continuamente pueden alejarnos de una meta tan ambiciosa como abstracta.
Podríamos pensar que nuestra mente creativa debe volar libre como la de un pintor, un escritor o un escritor. Pero en el ámbito empresarial, semejante visión no siempre es posible, ya que nos enfrentamos no sólo a una cultura corporativa difícil de resolver, sino también a un muro de hormigón llamado ‘fechas de entrega’. Ante un ‘deadline’ demasiado estricto tan solo hay una salida: cumplirlo como sea.
Pero ese como sea puede funcionar en tareas más monótonas o estandarizadas, como la revisión de informes o el ajuste de las cuentas financieras, no en aquellos terrenos donde la creatividad es la base. ¿Qué podemos hacer entonces para que todos los polos de interés en esta ecuación -calidad y tiempo- sean cubiertos con las máximas garantías? He aquí algunos consejos para mejorar nuestra motivación en estos angustiosos escenarios:
La creatividad es cosa de grupos
Normalmente se asocian tareas como redactar o diseñar un entregable como cosas que uno debe hacer de forma individual. Nada más lejos de la realidad: la soledad en estos proyectos puede hacer que algunos trabajadores den rienda suelta a su imaginación, pero normalmente la cooperación y el intercambio de ideas suele ayudar a mantener el foco y mejorar la calidad del trabajo. Al mismo tiempo, trabajar junto a otros compañeros puede provocar algunas distracciones, pero también nos fuerza a seguir en la batalla cuando menos energía tengamos.
Tomar el aire no es solo una frase manida
Cuando éramos pequeños y no podíamos estudiar más, nuestras madres nos decían que saliéramos a tomar el fresco, a despejar nuestra mente para volver con las pilas recargadas. Esto no es solo un consejo manido ni una frase vacía: existen estudios que demuestran que la naturaleza (incluso si es una mísera planta en la oficina) ayuda a que explote la creatividad en el entorno profesional.
‘Running’, también de moda en este campo
A veces nos obcecamos tanto con una idea que no termina de surgir o que no acaba de encajar como queremos que lo único que nos apetece es darle un golpe a la pared y maldecir a todo lo existente y no viviente. Sin embargo, una alternativa igualmente válida (y más positiva) para descargar la frustración puede ser correr durante un rato, eliminando ese exceso de energía negativa y volviendo con la mente más abierta y las ideas más claras.
Intentarlo, aunque sea para descartar ideas
Especialmente cuando se trata de propuestas creativas o de textos, una de las claves para culminar el trabajo con éxito es no centrarse en lograr un producto de calidad al primer intento ni frustrarse ante los pequeños errores o inexactitudes que vayan surgiendo. Los expertos recomiendan intentarlo una y otra vez hasta desarrollar un primer borrador, sin corregir ni reescribir todos los fallos, con el fin de validar o descartar esa idea. Si finalmente resulta merecedora de nuestro esfuerzo, ya habrá tiempo de editar y revisar hasta que todo esté perfectamente pulido.
Divertirse es la base de la motivación
Trabajar no siempre es divertido y cualquier gestor financiero se echaría las manos a la cabeza si le decimos que es necesario pasárselo bien en la oficina para que el trabajo salga bien. Pero cuando hablamos de pensamiento creativo, hemos de tener en cuenta que la capacidad de dotar de atractivo a una tarea condiciona directamente su éxito o fracaso. No es un tema trivial ni una filosofía ‘marketiniana’ procedente de Silicon Valley: es un componente esencial de nuestra forma de pensar y de actuar.
Pensar en lo que nosotros queremos hacer
A la hora de redactar un escrito o plantear una determinada propuesta, muchos tienden a focalizarse en los objetivos y métricas que se le presuponen al proyecto (como la adecuación al SEO, el cubrimiento de todos los puntos de un briefing o el logro de un fuerte impacto inicial). Sin embargo, no hay una buena idea creativa que pueda surgir si no se sigue una máxima indiscutible: el primer objetivo a lograr es que nuestro trabajo nos convenza a nosotros mismos.
Admitir que no siempre estamos inspirados
El último consejo quizás sea, además, el más complicado de llevar a cabo. Y es que, hay veces que por más que sigamos todos los pasos anteriores, no podamos estar inspirados. Esta falta de motivación temporal, que no se debe al proyecto mismo ni a ninguna otra causa exógena fácilmente identificable, no puede ser revertida en positividad, arrastrándonos de forma irremediable hacia sentimientos procrastinatorios. Hay veces que simplemente toca admitirlo y tratar de volver a la normalidad cuanto antes.
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