Recientemente, la sección de ciencia del diario británico The Guardianpublicaba un artículo con el título ‘¿Por qué el mundo moderno es malo para tu cerebro?’ en el que abordaban nuestra supuesta capacidad para trabajar paralelamente en múltiples tareas y prestando atención a múltiples dispositivos.
“Aunque pensamos que estamos haciendo varias cosas (siendo multitarea), esto es una ilusión peligrosa: Eartl Miller, neurocientífico del MIT y uno de los expertos mundiales en el campo de la atención dividida, dice que nuestros cerebros ‘no conectan bien con la multitarea: cuando la gente piensa que la están llevando a cabo, realmente no hacen otra cosa que cambiar de una tarea a otra con gran rapidez, y cada vez que eso ocurre, existe un coste cognitivo’“.
Además, los estudios han detectado que en estos episodios de multitarea, nuestro cuerpo aumenta la producción de las hormonas del estrés, cortisol y adrenalina, que provocan una sobreestimulación del cerebro, lo que finalmente desemboca en pensamientos más confusos. Es decir, la multitarea nos termina haciendo menos eficientes. Un ejemplo de los costes cognitivos que mencionábamos lo pone Glenn Wilson, exprofesor de psicología del Gresham College de Londres, llevó a cabo una investigación que le llevó a descubrir quela multitarea reduce en 10 puntos nuestro coeficiente intelectual efectivo… esto es, una pérdida aún mayor que si los receptores de cannabinol de nuestro cerebro estuvieran trabajando a todo rendimiento tras haber fumado marihuana.
Los problemas no terminan ahí: nuestra corteza prefrontal tiene un sesgo pronovedad, lo que significa que nuestra atención se desvía con cada tarea nueva que aparece ante nosotros (revisar el e-mail, contestar el teléfono, gatitos, buscar algo en Google). Como dice The Guardian: “La ironía es que la región cerebral en la que tenemos que confíar para mantener la atención se distrae con facilidad“.
Pero parte del problema reside en las expectativas sociales acerca de nuestras reacciones: antiguamente se consideraba algo normal no responder al teléfono, puesto que al ser fijo, podríamos haber salido a dar una vuelta (o a asistir a una reunión) o sencillamente estar en la otra punta de la casa o de la oficina, y no oírlo. Nadie esperaría que interrumpiéramos la reunión para soltar el consabido “estoy en una reunión, luego te llamo”, o que estuviéramos mirando cada 10 minutos las notificaciones de nuestro smartphone (o nuestro smartwatch, que pilla aún más a mano). Siendo monotarea, decepcionamos a los que nos rodean… por lo que nos vemos empujados a serlo.
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