En escenarios económicos adversos, la receta siempre suele ser la misma: trabajar más horas, porque supuestamente, es la única forma de ser competitivo. ¿Pero es así? ¿Tenemos que aceptar que la forma de superar una crisis económica pasa por trabajar más? ¿Y si fuera al revés? ¿Y si la gran solución pasase precisamente por trabajar menos? La pregunta que plantamos, que algunos podrían atribuir únicamente a “grupos antisistema” está siendo planteada tanto por medios tan poco sospechosos como Financial Times o Forbes, como por grandes empresarios como Carlos Slim.
No es la primera vez que hablamos en MuyPymes de la propuesta del empresario mexicano. Slim asegura que tiene poco sentido para la mayoría de los trabajadores el pasar en su empresa 40 horas a la semana. Indica en este sentido que la en la nueva economía de la información y conocimiento, la fórmula más interesante sería trabajar únicamente tres días a la semana (12 horas por día), disponiendo de otros cuatro para descansar. De esta forma no sólo se establecería la famosa semanal laboral de 35 horas, sino que la economía experimentaría un repunte del consumo y teóricamente una reducción del paro.
Si nos vamos a Forbes, el planteamiento es similar. Richard Eisenberg propone en las páginas del rotativo trabajar únicamente cuatro días a la semana, de modo que se pueda mejorar la conciliación de la vida personal y familiar, estimular el crecimiento económico y permitir que los trabajadores puedan encontrar más tiempo para sus proyectos personales, lo cual debería derivar en un mayor consumo global.
Un caso aún más “extremo” lo propone el famoso escritor Tim Ferris en su libro “La semana laboral de cuatro horas”, obra en la que asegura que en realidad se podemos alcanzar nuestros objetivos profesionales dedicando mucho menos tiempo si sabemos cómo organizarnos. Y otro organismo tan poco sospechoso como la New Economics Fundation aseguraba hace no mucho al proponer una jornada de 21 horas semanalesque “una jornada laboral más corta podría ayudarnos a lidiar con muchos de los problemas a los que nos estamos enfrentando hoy en día: estrés laboral, desempleo, consumismo excesivo, contaminación, desigualdad social y quizás lo que es más importante, tiempo para disfrutar de la vida. Necesitamos más tiempo para ser mejores padres, ciudadanos, mejores carreras y mejores vecinos e incluso, podríamos ser mejores empleados: menos estresados, más enfocados, más felices en el trabajo y más productivos”.
Algunas voces en este sentido también las hemos escuchado en España. La ex-ministra de Economía Elena Salgado aseguraba en 2009 que una medida para luchar contra el desempleo podría pasar por acortar la jornada laboral de quien lo solicitara, completando sus ingresos con el paro que fuera generando, medida que ya se había implementado en Alemania. Por su parte la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles ha pedido en numerosas ocasiones (de momento sin éxito) la instauración de la jornada intensiva durante todo el año a la vez que ha denunciado que en España “las jornadas laborales son largas, agotadoras y poco provechosas”
Lo que en realidad todos ellos están proponiendo es superar el paradigma de la revolución industrial, momento en el que se estableció la jornada laboral de ocho diarias durante seis días a la semana, para adecuar el ritmo de trabajo de los obreros a la capacidad de producción de las fábricas. Transcurridos casi 200 años de la invención de la máquina de vapor, tal vez ha llegado el momento de plantearnos una nueva jornada laboral.
Trabajar menos es trabajar mejor
“Trabajar menos es trabajar mejor” es la libre adaptación que hacemos de un estupendo artículo publicado en The Atlantic publicado el pasado mes de agosto y en que curiosamente alaban la cultura francesa y por extensión europea de vacaciones. En un país donde normalmente durante los trabajadores solo pueden permitirse una o dos semanas de vacaciones al año, les resulta sorprendente que en algunos países los trabajadores puedan permitirse descansar durante todo el mes de agosto y que encima, les paguen por ello.
De este planteamiento saltan a uno mucho más interesante: La Ley de Parkinson. Dicha ley, acuñada en 1957 por el británico Cyril Northcote Parkinson afirma que “el trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine” y hacía originalmente referencia a la lentitud e ineficacia de muchos procesos burocráticos. Aplicada al mundo de las empresas, implica que a partir de un momento determinado cuantas más horas trabajamos, menos productivos somos.
Trabajar más horas de las que realmente son necesarias para llevar a cabo un proyecto, suele conducirnos a actitudes poco productivas, derivadas de un déficit natural de atención, como la procrastinación o el emplear tiempo en tareas poco útiles. Al revés, si empleamos menos horas, tendemos a concentrar nuestro esfuerzo y concentración en ese tiempo disponible, obteniendo como resultado un trabajo más productivo y en general de mejor calidad.
Como nos recuerdan en el mismo artículo, está más que demostrado que trabajar muchas horas nos conduce directamente a situaciones de estrés que van a afectar a nuestra salud, a falta de compromiso con nuestro trabajo, baja la motivación, etc. Científicamente está demostrado que no podemos mantener nuestro nivel de concentración al máximo durante más de 50 horas a la semana, entre las que se incluyen las actividades laborales y no laborales (leer un libro por ejemplo) y que por lo tanto, las semanas de 40 horas más que ser la base de nuestra productividad, en realidad son la base de nuestros errores.
¿Llegará el momento en que se instaure una jornada laboral más acorde a nuestras posibilidades y necesidades reales? Es difícil hacer un pronóstico en este sentido, pero en estos momentos en el que parece que nos estamos cuestionando cómo hemos llegado hasta aquí, parece oportuno introducir esta reflexión.
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