Hace unos meses os contábamos que la multitarea era el principal enemigo de la productividad. El siguiente en nuestra lista de sospechosos habituales es la procrastinación. El pasar horas y horas supuestamente trabajando para descubrir que en realidad no hemos hecho nada más que navegar por Internet, perder el tiempo en redes sociales, ver la televisión y comer. A la procrastinación aunque nos parezca imposible, se la puede dominar y vencer. Y todo empieza reconociendo que procrastinamos y comprometiéndonos a detectar cuándo lo hacemos y por qué.
Detecta cuándo procrastinas y por qué
Todos procrastinamos. En un momento o en otro, dejamos lo que estamos haciendo y nos descubrimos viendo vídeos de gatitos en Internet. Y en cierta forma, esto está bien y no debería preocuparnos. Pero lo importante es distinguir si lo hacemos para desconectar entre tareas o si precisamente a causa de la procrastinación estamos dejando de trabajar en tareas que posponemos una y otra vez.
De hecho, no podemos dejar de procrastinar si no somos conscientes de que lo estamos haciendo. Y es más: si somos capaces de descubrir y detectar cuándo estamos procrastinando, deberíamos ser capaces de detectar qué es lo que lo causa.
Gestiona mejor tu tiempo
Hay muchas formas de gestionar el tiempo. Hay tantos métodos diferentes de productividad, que realmente es difícil escoger el que mejor se va adaptar a nuestras necesidades. Pero lo importante es empezar. Tener al menos un plan. No lanzarnos a trabajar sin una planificación previa. Tener claro qué tareas queremos completar a lo largo del día, semana, mes…etc. Dedicar unos minutos cada mañana a reflexionar sobre lo que tenemos por delante.
A partir de ahí podremos probar distintas técnicas. Algunos descubrirán que la técnicaPomodoro cubre todas sus necesidades; otros necesitarán un sistema algo más complejo como el que propone el método GTD y los habrá que puedan hacerlo todo con bolígrafo y papel y a los que el método Bullet Journal les encantará. No hay un método universal, pero casi todos necesitamos un método.
Cambia tu perspectiva
A veces procrastinamos porque la perspectiva con la que encaramos los proyectos no es la adecuada. Identificamos el proyecto como un problema en el que no somos capaces de detectar cuáles son nuestros objetivos personales. Un cambio de perspectiva supone entonces identificar qué objetivo personal queremos alcanzar al trabajar en un proyecto determinado y qué partes del mismo son las que nos deben atraer.
A continuación, intentemos identificar el proyecto no como un todo sino como la suma de sus partes. Dividamos lo que hay que hacer en categorías, el tiempo que nos va a llevar hacer cada una de las tareas y su dificultad. Afrontemos las más pesadas o complejas a primera hora del día, cuando estemos más despejados y dejemos para más adelante las más sencillas, en momentos en que es más fácil que caigamos en la tentación de procrastinar.
Trabaja en un entorno productivo
Cuantas más fuentes de distracciones tengamos a nuestro alrededor, más fácil será que caigamos en la tentación de procrastinar. No todos trabajamos de la misma forma en los mismos espacios. Averigua cuál es el que mejor funciona para ti. Hay personas a los que les puede ir muy bien trabajando en un café, mientras que para otros puede ser un infierno.
Los hay que necesiten trabajar rodeados de personas y pueden optar por un centro de coworking y los hay que optan diseñar un espacio altamente productivo dentro de su hogar. Prueba varias opciones y encuentra tu espacio productivo ideal.
Sé realista
El definir objetivos e involucrarse en proyecto poco realistas conduce directamente a la procrastinación. El ser consciente de que estamos trabajando en un proyecto que no va a tener un buen final, va a ser fuente de desmotivación y por lo tanto, de procrastinación. Antes de embarcarnos en cualquier nuevo proyecto, deberíamos ser capaces de definir objetivos realistas.
En “Siete reglas para formular objetivos realistas” o en “Cinco errores que cometemos al fijar nuestros objetivos” detallamos cómo podemos llevar esto a cabo.
Una mejor agenda
La agenda suele ser el espacio donde apuntamos absolutamente todo lo que tenemos que hacer durante la semana. Mal. En realidad, debería ser el espacio donde únicamente apuntásemos las tareas y eventos realmente importantes. A fin y al cabo la agenda es la representación en papel (o digital) de lo que vamos a a hacer con nuestro tiempo disponible y no de lo que queremos hacer o lo que nos gustaría que pasara.
Una agenda llena de tareas y compromisos secundarios sólo sirve para crear confusión y complicar la forma en la que priorizamos lo que tenemos que hacer y lo que puede esperar para un mejor momento.
Detecta posibles obstáculos
En un entorno productivo ideal, nos sentaríamos a trabajar, todos completarían sus tareas a tiempo, no habría imprevistos y todo iría a las mil maravillas. Sin embargo sabemos que no es así. Las cosas tarde o temprano se complican y los imprevistos surgen de debajo de las piedras.
Ahora bien. Podemos esperar a que los obstáculos se produzcan y reaccionar a los mismos, o bien anticipar los posibles problemas que creemos que van a surgir y tener preparado un plan de actuación cuando se produzcan (si es que finalmente se producen). Pasar por lo tanto de una actitud reactiva a otra proactiva.
Vencer a la procrastinación está en nuestra mano. Es verdad que puede que no lo consigamos a la primera o que nos cueste poner en marcha los siete pasos de los que hablamos. Pero si solo conseguimos detectar que procrastinamos, cuándo lo hacemos y por qué, habremos dado el primer gran paso. ¡Ánimo!
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