Hace unas semanas charlaba con un viejo amigo que trabaja de programador desde hace años en la misma empresa. Me comentaba que hace poco habían empezado a implementar metodologías de desarrollo ágil, tenían reuniones descrum todos los días y la manera en la que su nuevo jefe gestionaba su trabajo y su esfuerzo se había flexibilizado mucho.
Por supuesto, sentí curiosidad por los resultados que el percibía que había tenido la aplicación de todo lo que yo defiendo.
“Mira”- me dijo – “en mi trabajo el problema es que la gente ha vivido muy cómoda durante demasiados años. Lo que necesitamos de verdad es alguien que de vez en cuando nos diga ¡Ya basta! ¡A currar coño!”
Me sorprendió la respuesta, y empecé a pensar en qué podía estar fallando en su empresa.
Suponiendo que la aplicación de las metodologías ágiles fuera impecable, probablemente el problema era de motivación. Da lo mismo que técnica empleemos para gestionar un proyecto o que estilo de management empleemos para llevar a un equipo, si sus integrantes no están motivados nunca se alcanzará ninguna meta.
Es más, si no estableces claramente las metas no sabrás ni siquiera dónde quieres llegar. En el peor de los casos para los trabajadores más recalcitrantes y que simplemente no quieren ser motivados bajo ningún concepto, no es ninguna locura intentar aplicar la técnica de Ver las Orejas al Lobo.
A veces no es suficiente con intentar conducir al equipo por los cauces que consideramos apropiados. A veces es necesario dar un golpe en la mesa y definir claramente cual es el rendimiento óptimo, cual es el deseable y cual es el mínimo exigible para poder seguir perteneciendo al equipo.
Es duro decirlo, pero todos en nuestro fuero interno sabemos que es verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario