Hay, no obstante, líderes que son mucho más que meramente malos y despliegan comportamientos absolutamente tóxicos y capaces de emponzoñar a toda la plantilla a su cargo.
Los comportamientos más tóxicos por parte de quienes desempeñan (probablemente sin merecimiento) cargos directivos son estos que disecciona a continuación Inc.:
1. Los empleados son tratados como objetos, no como seres humanos
Despojados de compasión y de empatía, los jefes tóxicos contemplan a sus subordinados como meros objetos, que como tales no merecen ser agasajados con felicidad y bienestar. Como resultado de tan vil comportamiento por parte de sus superiores, los trabajadores lidian con elevadas dosis de estrés, absentismo y “burnout”.
2. Los trabajadores compiten los unos contra los otros
Espoleados por sus propios jefes, los empleados se ven obligados a batallar los unos contra los otros. No les queda otra, puesto que sus superiores se valen de sistemas de evaluación que ponen el acento en el rendimiento individual y no tanto en el rendimiento como equipo.
3. Los líderes hacen gala de una personalidad pasivo-agresiva
Los jefes que despliegan comportamientos pasivo-agresivos desconfían a menudo de los demás, son muy territoriales y se afanan en tener siempre el control sobre todo. Además, rechazan el plano el “feedback” de carácter negativo porque no se contemplan a sí mismos como un problema.
4. Tienen el foco puesto en lo negativo
Los líderes tóxicos echan abajo la moral de sus subordinados, puesto que no miran más allá de los errores que estos cometen (como seres humanos que son). Y pese a que se les llena la boca señalando con el dedo acusador los fallos de sus trabajadores, jamás les felicitan cuando hacen las cosas bien.
5. Roban todos los focos a los demás
Los malos jefes tienen la fea costumbre de arrogarse todo el crédito por éxitos que han sido cosechados en realidad en equipo (cuyos miembros no reciben por supuesto ningún tipo de elogio por su esfuerzo). Como consecuencia de este tipo de situaciones, de carácter absolutamente abyecto, la moral del equipo se desploma.
6. No dan jamás la cara
Los jefes que no están ungidos con el don del liderazgo tienden a escabullirse en su despacho para evitar todo tipo de interacción personal con sus empleados y están siempre “ocupados” cuando se requiere su presencia. Este tipo de líderes se refugian en incesantes reuniones que no son sino una fachada para enmascarar su inseguridad y su miedo al conflicto.
7. Enarbolan la bandera del “cotilleo”
Los chismes, en particular los emanados de los jefes, zahieren notablemente el trabajo en equipo y matan la colaboración, ya que crean una atmósfera laboral que rezuma sospecha y desconfianza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario