El miedo es una de las emociones que más máscaras tiene. No siempre aparece como lo que es, precisamente por una suerte de “miedo al miedo”. Nos resistimos a admitir que sentimos temor, porque pensamos que esto lo aumentaría. Por eso esgrimimos actitudes que no parecen representar al miedo, pero sí lo hacen.
El miedo, como otras emociones, se empieza a vencer cuando se asume su existencia. Desafortunadamente muchos no están dispuestos a hacerlo, porque asocian al reconocimiento con debilidad. No quieren verse ante sí mismos ni presentarse ante los demás como vulnerables. Por eso adoptan actitudes que no parecen miedo, pero que en el fondo reflejan grandes temores.
Simular que somos duros y casi invulnerables no ayuda. Al contrario, lleva a que los miedos adopten formas más sofisticadas y encubiertas. Esto impide que los detectemos y trabajemos con ellos. Por eso vale la pena estar atentos a esas actitudes que no parecen representar al miedo, pero que en el fondo sí lo hacen. Estas son siete de ellas.
“Los peores embusteros son nuestros propios temores”.-Rudyard Kipling-
1. Demasiada planificación
Obviamente, planificar es una medida saludable que nos ayuda a organizar ideas, a ahorrar energía y a prevenir problemas. En principio, se trata de una medida saludable para ponerle límite a la incertidumbrey actuar con más seguridad.
Sin embargo, cuando esto se lleva al extremo se convierte en una de esas actitudes que no parecen representar al miedo, pero que en el fondo sí lo hacen. Lo que hay en esos casos no es un deseo de organizar mejor las cosas, sino un afán desmedido de control. Esta es una de las máscaras del miedo.
2. Modales impecables
Los buenos modales son señal de buena educación y facilitan mucho las relaciones sociales. La cortesía nunca está de más y muchos protocolos son una forma válida de “romper el hielo”. Ayuda a que la comunicación sea más fluida y a que las relaciones humanas se den en términos más amistosos.
Pero cuando los buenos modales son tan excesivos que nos llevan a tener conductas impostadas o robóticas, buena parte de este efecto se pierde. Es posible que tengamos tanto miedo de los demás que nos protejamos de ellos incidiendo en lo inofensivos que somos.
3. Extrema cautela, una de las actitudes que no parecen miedo
Se parece a la planeación en exceso, pero en este caso no se refiere solo a acciones que serán llevadas a cabo en el futuro, sino también a todas las acciones presentes. Implica que antes de actuar siempre aparece una duda.
La duda, a su vez, lleva a prever posibles consecuencias negativas. El resultado de esto es que una persona se vuelve tan excesivamente cautelosa, que apenas si hace algo. Se trata de una forma de miedo que lleva a la pasividad extrema y a la inacción.
4. Evitación de lo nuevo
A todos nos asusta un poco lo que no conocemos. Frente a lo desconocido, no sabemos si entraña algún riesgo y tampoco tenemos claro si los recursos personales con los que contamos serán suficientes para evitar o controlar las posibles amenazas.
Se necesita algo, o mucho, de valor para ir hacia lo nuevo. Así, cuando nos dejamos invadir por el miedo, terminamos instalándonos y acomodándonos en lo conocido. Esto produce, entre otras consecuencias, que terminemos dejando pasar un montón de oportunidades.
5. Ritualización de la vida
Es algo similar a lo que se trató en el punto anterior. Creamos rutinas rígidas, no con el fin de vivir de una forma más organizada, sino para mantener bajo absoluto control todo lo que nos ocurre. Si alguien nos cuestiona, diremos que somos gente muy disciplinada y que no nos gusta ir por ahí dando tumbos.
La verdad es que esta es otra de esas actitudes que no parecen representar al miedo, pero sí lo hacen. Las rutinas severas limitan, hasta cierto punto, lo impredecible. Pero eso no quiere decir que lo eliminen. Lo que sí logran es esquematizar nuestra vida e impedir que surja la novedad.
6. Rechazo a lo diferente
Cuando se tienen hábitos de vida demasiado estrictos, lo habitual es que también se tengan hábitos de pensamiento rígidos. Esto a veces hace que seamos intolerantes frente a otros estilos de vida o ante otros valores que no nos resultan familiares.
En esas condiciones, es fácil que terminemos adoptando como guía a los prejuicios. Sentimos miedo hacia las situaciones o personas que no nos resultan familiares. Los vemos como una amenaza a nuestra aparente estabilidad. En el fondo no es más que temor a la idea de tener que reconstruir una buena parte de nuestros esquemas.
7. Descalificación de lo ajeno
El miedo está también detrás de actitudes como la envidia o la crítica excesiva a los demás. Podemos llegar a sentir, sin demasiada razón, que otras personas ponen en tela de juicio lo que somos. Simplemente el ser como son se convierte para nosotros en un cuestionamiento.
Por otro lado, no es raro que lo que criticamos en los demás sea una proyección de nuestros propios límites y temores. Nos comparamosinconscientemente con los demás y nos defendemos de esa comparación. Acabamos mirando solo lo peor de los otros como una forma de justificación.
Las actitudes que no parecen representar al miedo, pero sí lo hacen, terminan convirtiéndose en una forma de disfrazar nuestros temores. Quizás, si fuéramos un poco más honestos con nosotros mismos, podríamos encontrar o diseñar caminos que nos ayudaran a trabajar esos miedos y, por qué no, a superarlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario