En el sector empresarial, el debate sigue muy vivo: ¿debemos vincular los salarios al aumento del coste de la vida o a la productividad de cada empleado? Se trata de una disyuntiva tan antigua como difícil de solucionar, que cuenta con opiniones contrapuestas: por un lado, los sindicatos, que abogan por ligar el salario del trabajador a la inflación para que nadie pierda poder adquisitivo y, por otra, la patronal, cuya propuesta es vincular los salarios a la productividad de cada empleado.
La realidad es que ambas opciones plantean problemas que no cuentan con una sencilla respuesta y el consenso entre los principales agentes sociales resulta, dadas estas circunstancias, complicado. ¿Qué debe hacer un empresario? ¿Ligar los salarios de sus empleados al IPC o a la productividad?
Salarios vinculados al IPC
Vincular los salarios al IPC es la forma más sencilla de establecer las subidas salariales anuales. Consiste, simple y llanamente, en aumentar el sueldo de los trabajadores en función del dato del IPC que publica trimestralmente el INE en el período correspondiente. Es fácil de medir y es equitativo, puesto que trata a todos los empleados por igual evitando que ninguno de ellos pierda poder adquisitivo.
Sin embargo, la vinculación del salario al IPC plantea, al menos, dos problemas: por un lado, provoca espirales inflacionarias, ya que si aumentan los salarios, también aumentan los costes laborales y, por tanto, los precios, sin que necesariamente se haya producido un aumento de la productividad de los empleados y, por otro lado, porque es un sistema que no premia el esfuerzo ni la competitividad de los empleados.
Además, se trata de un sistema que considera más importante la situación económica general que la situación particular de cada empresa. Por muy bien que vaya la economía y por muy alto que sea el IPC, un aumento de los salarios puede acabar por hundir la empresa si ésta atraviesa problemas financieros y de liquidez.
Salarios vinculados a la productividad
Vincular los salarios a la productividad del empleado y a las circunstancias particulares de cada empresa constituye un buen método para retribuir el trabajo realizado y recompensar a aquellos trabajadores que estén produciendo un mayor desempeño. Además, la empresa no tendrá por qué soportar una carga salarial mayor si su situación no es buena, por muy buena que sea la situación económica general.
Sin embargo, este sistema tiene el problema de cómo obtener una medición cuantitativa de nuestra productividad. En ocasiones, este problema es irresoluble y la empresa se ve obligada a emplear métodos arbitrarios y, en cualquier caso, subjetivos, para tomar la decisión de subir el sueldo a un empleado y no a otro, además de su cuantía.
Entonces, ¿productividad o inflación?
A priori, parece que la indexación de los salarios a la productividad constituye un método más justo que premia a los buenos trabajadores en relación con los menos productivos. La empresa puede, de esta manera, adaptar las subidas salariales a su situación actual evitando tener que incurrir en costes adicionales que pueden poner en peligro su propia existencia. Además, a nivel macroeconómico, evita que la inflación se convierta en un fenómeno permanente.
Sin embargo, mientras no exista un sistema de medición adecuado, la vinculación de los salarios a la productividad será, en muchos casos, arbitraria y, en otros, incorrecta. En cualquier caso, apostar por el IPC como este indicador tampoco parece un criterio correcto, debido a su nula relación con la marcha de la empresa. Entonces, ¿Qué debe hacer la empresa? Emplear el sentido común y utilizar, en cualquier caso, el sistema menos lesivo tanto para sus intereses particulares como para los intereses particulares de sus trabajadores.
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